El que contamina más, que pague más

[José Eizaguirre. Publicado por Cristianisme i Justícia]

Parece lógico, ¿verdad? El que contamina más, que pague más impuestos, para así poder compensar con esa recaudación el daño causado al bien común (siempre, claro está, que ese dinero se dedique a compensar el daño causado y no a otras cosas). Y el que contamina menos, que pague menos.

Éste es uno de los principios de la Economía del Bien Común, que podríamos también llamar “economía del sentido común”. ¿Para qué recauda impuestos el Estado? Para dedicar ese dinero al bien común. Por eso, en determinados casos, cuando una entidad ya está contribuyendo al bien común se le eximen de algunos impuestos. Éste es el principio por el que, por ejemplo, las fundaciones en España están exentas del Impuesto de Sociedades, ya que tienen la obligación de destinar sus beneficios a fines que se han declarado de utilidad pública.

El papa Francisco, en la encíclica Laudato si’, recuerda que “el clima es un bien común, de todos y para todos. (…) Numerosos estudios científicos señalan que la mayor parte del calentamiento global de las últimas décadas se debe a la gran concentración de gases de efecto invernadero (anhídrido carbónico, metano, óxidos de nitrógeno y otros) emitidos sobre todo a causa de la actividad humana” (LS 23). “Si la actual tendencia continúa, este siglo podría ser testigo de cambios climáticos inauditos y de una destrucción sin precedentes de los ecosistemas, con graves consecuencias para todos nosotros” (LS 24). “El cambio climático es un problema global con graves dimensiones ambientales, sociales, económicas, distributivas y políticas, y plantea uno de los principales desafíos actuales para la humanidad” (LS 25).

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Imagen extraída de: Pixabay