[Ignacio Álvaro. Publicado en entreParéntesis]
Contaba Tolstoi que un leñador vivía con su familia plácidamente en el bosque. Cada mañana salía de su casa y, aunque delante de sus ojos hubiera cumbres rocosas, prados floridos, ríos y cascadas, paisajes y horizontes, ese leñador solo veía leña.
Tal vez era una consecuencia de su especialización, pues su bienestar y el de sus seres queridos dependía de la leña que pudiera cortar. Tal vez, una consecuencia de su espíritu sencillo y tranquilo que, gracias a penalidades anteriores y de sus antepasados, había interiorizado esas bondades del bosque como evidentes.
Al igual que el leñador, en el mundo urbano de hoy hay muchos ciudadanos que se levantan por la mañana y, en función de su negocio, solo ven leña. Hay fontaneros que solo ven averías aunque sea consciente del milagro que es tener agua potable en cada vivienda para beber, para ducharse o tomar un baño, para regar un tiesto. Hay taxistas que solo cazan clientes, apurados entre el tráfico, aunque haya un atardecer de postal en cada calle. Hay quien solo ve escaparates y precios para calmar sus deseos compulsivos de comprar, sin caer en la cuenta de los fantásticos mecanismos y diseños que los ensalzan. La lista es interminable.
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Dibujo: Jorge Alvaro González @lineograma